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En el año mil ciento uno de la encarnación del Señor, cuando cierto marino llamado Frisono conducía navegando por el mar una nave cargada de peregrinos (1) al sepulcro del Señor en Jerusalén, deseoso de ir allá a hacer oración, vino contra él a atacarle cierto sarracenos llamado Avito Maimón (2), que pretendía llevar cautivos a la tierra de los moabitas a todos los peregrinos. Y habiéndose abordado las dos naves, la de los sarracenos y la de los cristianos, y peleado duramente, cayó Frisono, vestido de loriga de hierro, casco y escudo, por entre ellas al fondo del mar. Mas dándole fuerzas la misericordia de Dios, empezó a invocar en su corazón a Santiago, diciendo: "Grande y gloriosísimo Santiago, apóstol más piadoso que cuanto decirse puede, cuyo altar besé una vez con mi boca indigna, dígnate librarme con todos estos cristianos a ti encomendados".

Al instante se le apareció el santo Apóstol en lo profundo del mar y, tomándole de la mano, le volvió a la nave sano y salvo. Y además, oyéndole todos, dijo el Apóstol al sarraceno: "Si no dejas esa navecilla de cristianos, te entregaré a ti con tu galera en su poder". Y respondió Avito: "¿Quieres decirme, ilustre caballero, por qué te opones en él a mi gente?" Más le replicó el Apóstol: "No soy el Dios del mar, sino un siervo del Dios del mar, que auxilio a los que en peligro me llaman, tanto en el mar como en la tierra, según Dios quiere". Y enseguida, por el poder de Dios y los auxilios de Santiago, la fuerte nave de los sarracenos empezó a peligrar en medio de una tempestad, y la de los cristianos, bajo la divina guía de Santiago, llegó al puerto deseado; y Frisono, una vez visitado el sepulcro del Señor, en el mismo año acudió a Santiago de Galicia. Esto fue realizado por el Señor y es admirable a nuestro ver. Honor y gloria al Rey de reyes, Jesucristo nuestro Señor por los siglos de los siglos. Así sea.

(1)

Este milagro y los tres siguientes enlazan la peregrinación a Compostela con los Santos Lugares, que entonces estaban en poder de los cristianos latinos, desde la toma de Jerusalen por la primera cruzada (15-VII-1099). López-Aydillo apunta como una posible competencia entre Santiago y Jerusalen, apoyada especialmente por estas intervenciones del Apóstol en favor de los romeros de Tierra Santa, que luego en agradecimiento acuden a Compostela; si bien puede decirse que tales favores entran en la protección general de los fieles por Santiago contra infieles, malhechores y peligros, y no podía serle ajena la peregrinación a Jerusalen y a la vez fomnetaba la suya.

(2)

Los Beni-Maimón saquearon las costas del Mediterráneo como almirantes de los almorávides, que nuevamente son aquí los moabitas, y llegaron con sus devastaciones a las de Galicia, donde les hicieron frente las naves del arzobispo Gelmírez y de Iria. El más famoso fué Alí-ben Maimón, que mandaba la flota de Cádiz. El nombre Avito es la forma española del árabe Abbâd con imâla o cambio de â en i, propio del árabe hispano. Avito Maimón quizá fuera un capitán del almirante. Los dos nombres se repiten como de otros personajes musulmanes en el capítulo IX del Libro IV (Turpín).