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Se cuenta que siempre que la melodía de la caracola de Santiago (1), que suelen llevar consigo los peregrinos, resuena en los oídos de las gentes, se aumenta en ellas la devoción de la fe, se rechazan lejos todas las insidias del enemigo; el fragor de las granizadas, la agitación de las borrascas, el ímpetu de la tempestad se suavizan en truenos de fiesta; los soplos de los vientos se contienen saludable y moderadamente; las fuerzas del aire se abaten.

(1)

Aunque el texto latino dice tuba "trompeta", se trata, como dice bien L.Vázquez de Parga en El Liber Sancti Jacobi y el Códice Calixtino (Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, tomo LIII, 1947, pág.39) y P.David, de las caracolas que los peregrinos recogían en las playas de Galicia para llevárselas a su tierra. Estas caracolas se encuentran también en la actualidad y son las que los pescadores de las Rías Bajas llaman cuernas. De ellas se sirven a manera de pregón para anunciar a su regreso del mar la venta de la pesca.