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En nuestros tiempos cierto distinguido varón de Borgoña llamado Guiberto que desde los catorce años estaba impedido de los miembros de tal modo que no podía dar un paso, marchó a Santiago en dos caballos suyos con su mujer y sus criados. Habiéndose hospedado en el hospital (1) del mismo Apóstol, cerca de la iglesia, por no querer en otra parte, fue aconsejado en un sueño que estuviera siempre en oración en ella hasta que Santiago le estirase los miembros encogidos. Pasó, pues, en vela en la basílica del Apóstol dos noches y estando en oración la tercera, vino Santiago y tomándole la mano le puso en pie. Y al preguntarle quién era le respondió: - Soy Santiago, apóstol de Dios. Luego el hombre restablecido en su salud veló por trece días en la iglesia y contó esto a todos por su propia boca. Esto fue realizado por el Señor y es admirable a nuestro ver. Sea, pues, para el supremo Rey el honor y la gloria por los siglos de los siglos. Así sea.

(1)

Este antiguo Hospital del Apóstol Santiago para asilo de peregrinos pobres estaba emplazado frente a la puerta N. o de la Azabachería de la Catedral, en donde hoy los jardines de San Martín o del Seminario. No se conoce su origen, pero sí que fué dotado y acaso restaurado por Gelmírez. Su entrada se dedicó a tiendas, especialmente de azabacheros y de aquí el nombre de aquella puerta y de la calle por donde termina el "camino francés". Construído por los Reyes Católicos el Gran Hospital Real, el arzobispo Don Alonso III de Fonseca instaló en el viejo Colegio del Apóstol Santiago en 1522 y fué después Colegio Menor de San Jerónimo. Finalmente fue vendido a los benedictinos de San Martín Pinario para ampliar el monasterio a mediados del siglo XVII, pero se aprovechó su portada de estilo románico-ojival, de fines del XV, para el nuevo Colegio de San Jerónimo (hoy Escuela Normal).