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Lección del Santo Evangelio según San Mateo. En aquel tiempo, seis días después, tomó Jesús a Pedro, a Santiago y a Juan, su hermano, y los llevó aparte a un alto monte, y se transfiguró ante ellos, etc.

Sermón de San Jerónimo, Doctor, sobre esta Lección. Por qué Pedro y Santiago y Juan son distinguidos de los otros apóstoles en ciertos lugares e los Evangelios o por qué tienen privilegio sobre los demás, lo hemos dicho a menudo. Ahora se pregunta cómo los tomó y los llevó aparte a un monte alto seis días después, cuando el evangelista Lucas pone ocho. Mas la respuesta es fácil, porque allí se cuentan los días intermedios y aquí se añaden el primero y el último. Porque no se dice seis días después tomando Jesús a Pedro, a Santiago y Juan, sino al octavo día, y los lleva aparte a un alto monte. Llevar a los discípulos a las alturas es parte del reino. Son llevados aparte, porque "muchos son los llamados y pocos los escogidos". "Y se transfiguró ante ellos". Como ha de estar en el momento del juicio, tal se les apareció a los apóstoles. Pero porque diga: "Se transfiguró ante ellos", no piense nadie que perdió su figura y su faz anteriores o se despojó del verdadero cuerpo y tomó otro espiritual o aéreo, sino que el evangelista expone cómo se transfiguró diciendo: "Y brilló su rostro como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la nieve". Donde se hace ver el resplandor de la cara y se describe la blancura e los vestidos no se quita la sustancia, sino que se muda la gloria. "Brilló su rostro como el sol". Verdaderamente el Señor se transformó tomando aquella gloria con que ha de venir después en su reino. La transformación añadió esplendor mas no suprimió la faz. Y aunque el cuerpo fuese espiritual, ¿mudáronse acaso también las vestiduras, que tan blancas eran que ha dicho otro evangelista: "Como no puede hacerlas batanero en la tierra?". Mas esto es corporal y sujeto al tacto, y no espiritual y aéreo que engañe a los ojos y sólo se vea como un fantasma. "Y se les aparecieron Moisés y Elías hablando con El". A los escribas y fariseos, que le tentaban y le pedían señales del cielo, no quiso dárselas, sino que atajó su malévola petición con una prudente respuesta. Aquí, en cambio, para aumentar la fe de los apóstoles, les da una señal del cielo: bajando Elías del lugar a donde había subido y surgiendo Moisés de los infiernos, lo que también manda Isaías a Ajaz, que pida una señal de las alturas o de lo profundo. Pues lo ya dicho, que "se le aparecieron Moisés y Elías hablando con El", y lo que se dice en otro evangelio, que ellos le anunciaron lo que había de padecer en Jerusalén, representa la Ley y los profetas, que anunciaron frecuentemente la pasión y resurrección del Señor. "Y tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: Señor, ¡qué bien estamos aquí!". Habiendo subido a las alturas, no quiere bajar a lo terrenal, sino perseverar siempre en la sublimidad. "Si quieres, hagamos aquí tres tiendas, una para Ti, otra para Moisés y otra para Elías". Te equivocas, Pedro –como afirma también otro evangelista-; no sabes lo que dices. No quieras tres tiendas cuando una sola es la del Evangelio, en el cual están recapituladas la Ley y los profetas. Pero si quieres tres tiendas, de ningún modo compares con el Señor a sus siervos; mas haz tres tiendas o más bien una sola para el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo, para que quienes tienen una sola divinidad tengan una sola tienda en tu pecho. "Aún estaba El hablando cuando los cubrió una nube luminosa y una voz dijo desde la nube: Este es mi Hijo muy amado en quien tengo mi complacencia. Escuchadle". Por haber preguntado neciamente no mereció respuesta del Señor, mas respondió el Padre por el Hijo para que se cumpliera la palabra de Este: "Yo no doy testimonio de mí, sino que por mí lo da mi Padre, que me envió". Y la nube aparece luminosa y les da sombra para que los que deseaban una tienda de ramaje o de lona fueran cubiertos por la sombra de una nube luminosa. También se oye la voz del Padre, que habla desde el cielo para dar testimonio de su Hijo, y sacando de su error a Pedro, enseñarle la verdad y aun a los demás apóstoles por medio de El: "Este es mi Hijo muy amado". Para El debe elevarse la tienda, a El hay que obedecer: "Este es mi Hijo", le sirven Moisés y Elías y deben también con vosotros prepararle una tienda al Señor en lo más íntimo del corazón. "Al oír los discípulos cayeron sobre u rostro, sobrecogidos de gran temor". Por tres motivos se atemorizaron: o por haber comprendido que habían errado, o porque los había cubierto la nube luminosa, o por haber oído la voz de Dios Padre que hablaba. La fragilidad humana no puede soportar la vista de la mayor gloria, y echándose a temblar con toda el alma y el cuerpo, cae a tierra. Cuanto mayores grandezas busca uno tanto más rueda hacia abajo, si desconoce su medida. "Y Jesús se acercó y los tocó", porque estaban tendidos y no podían levantarse. El se acerca piadosamente y los toca para ahuyentar su temor al tocarlos y reafirmar sus debilitados miembros, "y les dijo: Levantaos y no temáis". A los que había sanado con su mano los sana también con su mandato. "No temáis": primero les quita el temor para darles luego la enseñanza. "Y alzando ellos los ojos no vieron a nadie, sino sólo a Jesús". Lógicamente después de levantarse no vieron sino sólo a Jesús, para que no pareciese dudoso de quién daba testimonio la voz del Padre si Moisés y Elías hubieran permanecido con el Señor. Ven, pues, a Jesús en pie, disipada la nube, y que Moisés y Elías habían desaparecido, porque una vez desvanecida la sombra de la Ley y de los profetas, que había cubierto con su velo a los apóstoles, la una y los otros se encuentran en el Evangelio. "Y al bajar del monte les ordenó Jesús: No digáis a nadie esta visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos". La predicación del reino futuro y la gloria de su triunfo se habían manifestado en el monte. Sin embargo, no quiere que esto se les diga a las gentes, no fuese increíble por su grandeza y después de tanta gloria produjese escándalo en espíritus rudos la cruz que la siguió. Pero Aquel que mostró su gloriosa transfiguración a sus venerables discípulos Pedro, Santiago y Juan, sálvenos en la gloria de la futura resurrección, Jesucristo nuestro Señor, que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina Dios por los infinitos siglos de los siglos. Amén.