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Puesto que ha poco, mientras me hallaba en Viena (5) algo enfermo por las cicatrices de las heridas, me mandasteis que os escribiera cómo nuestro emperador, el famosísimo Carlomagno, liberó del poder de los sarracenos la tierra española y gallega, no dudo escribir puntualmente, y enviarlos a vuestra fraternidad, los principales de sus admirables y sus laudables triunfos sobre los sarracenos españoles, que he visto con mis propios ojos al recorrer durante catorce años España y Galicia en unión de él y de sus ejércitos.

Puesto que vuestra autoridad no ha podido encontrar completas (6), según me escribisteis, las hazañas que el rey realizó en España, divulgadas en la crónica real de San Dionisio, sabed, pues, que su autor, o por la prolija narración de tantos hechos o por que, estando ausente de España, los ignorase, en modo alguno escribió en ella detalladamente y, sin embargo, en nada difiere de ella este volumen. Que viváis con salud y seáis grato al Señor. Así sea (7).

Capítulo I De la aparición del Apóstol a Carlomagno.
Capítulo II De las murallas de pamplona, derrumbadas por sí mismas.
Capítulo III De los nombres de las ciudades de España.
Capítulo IV Del ídolo Mahoma.
Capítulo V De las iglesias que hizo Carlomagno.
Capítulo VI De Aigolando.
Capítulo VII Del ejemplo de la limosna del muerto.
Capítulo VIII De la batalla de Sahagún, en la que florecieron las lanzas.
Capítulo IX De la ciudad de Agen.
Capítulo X De la ciudad de Saintes, en que las lanzas florecieron.
Capítulo XI De los millares de los ejércitos de Carlomagno.
Capítulo XII De la controversia entre Carlomagno y Aigolando.
Capítulo XIII De los pobres.
Capítulo XIV De la muerte del rey Aigolando.
Capítulo XV De los cristianos que volvieron atrás para ilícitos despojos.
Capítulo XVI De la batalla con Furre.
Capítulo XVII De la batalla con el gigante Ferragut y de la excelente controversia de Rolando.
Capítulo XVIII De la batalla de las máscaras.
Capítulo XIX Del concilio de Carlomagno.
Capítulo XX

De la persona y fortaleza de Carlomagno.

Capítulo XXI

De la batalla de Roncesvalles, y de la muerte de Rolando y de los demás guerreros.

Capítulo XXII

De la muerte de Carlomagno.

Capítulo XXIII

Del milagro que por mediación del conde Rolando se dignó a hacer Dios en la ciudad de Grenoble.

Capítulo XXIV

De la muerte de Turpín y del hallazgo de su cuerpo.

Capítulo XXV

De Almanzor de Córdoba.

Capítulo XXVI

De la cruzada de España.

(1)

Arzobispo de Reims (m. 788 o 794), a quien los autores de esta narración la atribuyeron, para prestigiarla con su nombre; enlazado a las leyendas carolingias, su nombre y hazañas se popularizaron en España.

(2)

Reims, en el actual departamento del Marne, en la célebre Champagne francesa, a 156 km. de París, es la antigua Durocortorum Remorum, capital de la Galia Bélgica, frecuentemente citada por César. Arrasada por los bárbaros el año 406, se rehizo desde que Clodoveo recibió allí las aguas bautismales de manos del obispo de la ciudad el año 496, lo cual determinó su importancia excepcional como sede metropolitana y que llegase a ser el centro religioso del país de los francos. En el siglo X se concedió a los arzobispos de Reims la dignidad de condes con el derecho de acuñar moneda. Eran sus prelados los que consagraban a los reyes desde el principio de la dinastía de los Capetos.

(3)

Luitprando es un personaje imaginario.

(4)

Aquisgrán es la capital de la provincia alemana del Rhin; lo fué también del Imperio Carolingio y debió su prosperidad a la afición de Carlomagno a sus aguas termales (ver capítulo XXII) por cuyo atractivo moraba allí el emperador con frecuencia y que suenan en su nombre Aquisgrani y en los modernos.

(5)

Se trata de Vienne o Viena del Delfinado, en el actual departamenteo del Isère, a orillas del Ródano, y que es la antigua Vienna Allobrogum, capital de la tribu céltica de la Narbonense. Su importancia fué en disminución a medida que progresaba su rival Lyon. De su época de esplendor conserva interesantes monumentos romanos. Contó con una sede episcopal desde los primeros tiempos del cristianismo y desde el siglo IV se convirtió en arzobispado, de donde fué arzobispo, como queda dicho, el papa Calixto II y que fué suprimido en la época de la Revolución (1790).

(6)

"La abadía de Saint-Denis -fundada por el rey Dagoberto (630) a 9 kms. al N. de París- era la escuela donde se educaban los reyes de francia y la necrópolis donde se alineaban sus tumbas"; mas también "la cuna de la historia de Francia". Uno de los jefes de la institución, el abad Suger, de niño condiscípulo en la escuela abacial de Luis VI -y reedificador de la abadía hacia 1144- tuvo la idea genial de componer una historia del reino; escogió en la biblioteca conventual textos pertenecientes a diferentes épocas y sucesivos; luego los hizo copiar por orden en un caderno de pergamino y constituyen "la más antigua de todas las historias de Francia". El espíritu crítico brilla por su ausencia, admite leyendas, etc. En la abadía se le añadieron a dicho manuscrito relaciones de otros reinados y se incorporó a una serie de crónicas latinas llamadas Crónicas de Saint-Denis.

(7)

Esta Historia o Crónica de Turpín era el Libro IV del Calixtino hasta que fué arrancada de él, según parece, en 1619 por el canónigo archivero Alonso Rodríguez León, y encuadernada en volumen aparte. Aquí vuelve a ocupar el lugar del Libro IV y como tal se hacen las referencias a ella en los otros libros.